
Desde que he empezado a caminar por los senderos de los Caminos de Santiago, creo que he evolucionado y experimentado muchos cambios en lo que, normalmente, cargo sobre los hombros. Aquello que actualmente meto en la mochila estimo que cubre mis necesidades, pero ¡ojo! porque yo lo lleve no quiere decir que estas pertenencias son necesarias de llevar. A unos les parecerá demasiado peso y a otros insuficiente; para mi estas cosas imprescindibles son lo estandar para cualquier época del año porque el camino es muy largo y la climatología demasiado cambiante. Se trata de una cuestión de práctica y experimentación particular. La actualidad no tiene demasiado que ver con lo que había en mi primera mochila.
Tengo un amigo que cuando se dispone a hacer la mochila escribe una lista de cosas para llevar. Luego, la repasa una primera vez y va tachando las cosas que considera son prescindibles. Finalmente, las coloca sobre la cama y todavía elimina aquellas que considera se pueden encontrar en el camino y se queda, solamente, con las necesarias. Pues, todavía, cuando hace la mochila, confiesa que deja fuera alguna cosa. Cada maestrillo tiene su librillo, dice el refrán, aunque me parece excesivo.
La mochila que cargo en la actualidad es una Quechua con una capacidad de 50 litros. La que llevaba hace poco menos de un año era de 45 litros y todo me cabía perfectamente, pero he preferido comprarme otra un poco más grande para no tener que prensar las cosas a medida que pasan los días y se desordenan los elementos. Y lo que más me gusta de la actual es que tiene muchos bolsillos con cremallera para ordenar mis pertenencias y tener cada cosa siempre en el mismo sitio. Así, las cosas que embarco, cada vez que salgo a perseguir flechas amarillas o marcas de GR, las voy introduciendo de abajo hacia arriba, pensando siempre en que las cosas para la tarde/noche vayan menos a mano.
Un saco de dormir del tipo momia, que pesa poco y es bastante aplastable. Hace poco, he conocido uno que es como una sábana confeccionada como saco de dormir y que puede ser interesante porque en los albergues siempre hay una manta a tu disposición. Y se reduce el peso a llevar.
Una funda de almohada, que siempre viene bien para reposar la cabeza sobre algo propio durante el sueño y no utilizar las que hay en los albergues. Se puede sustituir por un pareo o pañuelo tipo palestino, foulare o similar, que podríamos calificarlo como multiusos. A gusto del consumidor.
Mudas, calcetines, pañuelos, sandalias baratas de ducha, servilleta y toalla de ducha, resultan imprescindibles. Llevo tres slips, tres pares de calcetines y tres pañuelos,: uno en uso, lógicamente, y dos de repuesto. La servilleta me sirve cuando me paro a almorzar y las sandalias son de goma y la toalla es del tipo spontex, absorbente, que pesa muy poco y se seca enseguida.
Un pantalón largo, unas zapatillas geox y una camiseta, que utilizo para después de las etapas. El pantalón es de montaña, flexible, las geox son sencillas y cómodas y la camiseta, de Lacoste o similar. Al anochecer soy un poco pijo, lo reconozco.
Camisetas transpirables y térmicas hasta un total de cinco. Me explico. Una del tipo interior/térmica de manga corta y otra de manga larga. Y otras tres de vestir; una puesta y dos de repuesto. Este tipo de camisetas de fibras modernas tienen la ventaja de que se secan rápidamente y puedes utilizarlas al día siguiente. La desventaja es que en las fotos casi siempre apareces con la misma ropa y más de uno pensará que eres un guarro.
Dos pantalones, uno corto y otro de los que son de pata con cremallera, que lo mismo sirven como corto o largo. Normalmente, siempre voy de corto, sea con lluvia o con sol.
Un impermeable, un paraguas y unas perneras, para protegerme de la lluvia. Contra el agua no hay prenda que valga porque, lleves lo que lleves, terminarás mojado hasta en lo más íntimo. He experimentado con todo (capa, traje de agua, etc.) y si consigues que no pase el agua hacia dentro, tampoco pasa el sudor hacia fuera y terminas mojado de cualquiera de las maneras. Así que con un buen impermeable, un paraguas plegable y unas perneras que cubran las botas desde el tobillo hasta media pierna es suficiente para no calarte demasiado.
Un jersey y un cortavientos son imprescindibles para el frío. El forro polar es de tipo suéter y el chaleco deberá impedir el paso del aire, pero en ambos casos de fibra moderna y transpirables.
Guantes y gorro, gafas de sol y visera o boina a escoger cada cual lo que mejor considere para protegerse del frío o del sol. Salvo las manoplas el resto de las cosas se pueden evitar. Por ejemplo, con un pañuelo amplio y largo, se puede uno proteger del sol y del frío de una forma más cool, pero práctica al llevarlo en el cuello, la cabeza o como se desee.
No se me olvidan unas buenas botas y un bastón o bordón. Y en este caso no tengo apenas qué decir porque las he visto de todo tipo por esos caminos de Dios. El único consejo, ya muy conocido, es que hayan sido utilizadas y trabajadas en tiempo y kilómetros. Hay peregrinos que llevan deportivas o zapatillas de montaña. Cada cual sabe cómo camina más a gusto.
Una bolsa de aseo y un botiquín sencillo en el que llevo cosillas como tijeras pequeñas, cortauñas, esparadrapo antialérgico, compeed, desinfectante Betadine, aspirinas, rinomicine, omeprazol, spray para las picaduras de insectos, pomada antialérgica y algunas otras cosillas. Las cosas de aseo son las habituales de cada persona, pero en envases pequeños, que he procurado agenciarme poco a poco.
Un bolsa cajón de sastre, en la que llevo muchas cosillas de tipo práctico: linterna pequeña, cargador para el móvil, cordones para botas, imperdibles, costurero de bolsillo y cosillas variadas, que no pesan apenas.
Y cosas variadas como son la documentación, dinero, credencial del peregrino, máquina de fotos, iPod, etc. Para refrescarme, de cuando en vez, llevo de esas bolsas interiores de plástico con una manguera acoplada al tirante derecho de la mochila. Y, para terminar, la bota de vino.
Con todo esto salgo a caminar y, aunque parezca todo bien atado, siempre se producen imprevistos que es necesario solucionar sobre la marcha. El dicho, Santiago siempre provee al peregrino es cierto.
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