Las fuentes Tamáricas han adquirido un valor histórico muy curioso por la forma intermitente de brotar el agua, descrito desde los tiempos de Plinio el Viejo, el cual relató que, a veces, el manantial se seca durante doce o veinte días, motivo de mal agüero si alguien se acerca por primera vez a contemplarlas secas. Plinio aseguró en su Naturalis Historia que «le sucedió al legado Larcio Licinio, quien fue a verlas cuando no corrían, y murió a los siete días».
La realidad, según se cuenta, la intermitencia del agua se produce al llenarse y vaciarse un depósito natural en una caverna caliza en las montañas cercanas, a través de fisuras entre las rocas, formándose un sifón en algún punto del descenso. Las lluvias y deshielos alimentan este embalse natural, de forma que el mencionado sifón varía su presión, según la cantidad de agua embalsada, por encima de la linea de carga del recipiente. Así, según indican los geólogos, se producen las constantes variaciones del caudal de las Fuentes Tamáricas.
Velilla del río Carrión y sus alrededores fue un lugar de cruce de culturas en el siglo primero. En estos lares se encontraba la ciudad de Tamaria o Kamárica, capital de los cántabros Tamáricos, los cuales habitaban esta zona del norte de la montaña palentina. Los Tamáricos eran un pueblo muy guerrero que presentó una fuerte resistencia a la invasión del Imperio romano, que sólo logró expulsar hacia el norte a estos aguerridos guerreros a base de años de luchas y batallas prolongadas.
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