El Santuario de La Tuiza se encuentra entre los puertos de montaña de El Padornelo y el de A Canda, lugar donde la tradición cuenta que estos colectivos de segadores gallegos eran los más devotos de la Virgen de las Nieves, al igual que los peregrinos de este Camino Sanabrés, obligados a superar estas sierras habitadas por lobos. El viaje de los segadores gallegos era una práctica que se remonta desde el siglo XVI hasta bien entrado el siglo XX con las lógicas diferencias de los tiempos modernos de desplazarse, a pie, en ferrocarril y, finalmente, en autocares contratados por las mismas cuadrillas. Una odisea de penurias que comenzaba en el viaje de ida y no finalizaba hasta que volvían a casa.
Los braceros gallegos, provistos de su «fouce» (hoz), un atillo con unas prendas para cambiarse y poco más, viajaban rápido, y al pasar, en la ida, por el Santuario de La Tuiza se encomendaban a la Virgen de las Nieves y, a la vuelta, solían dejar sus ofrendas en agradecimiento por regresar a Galizia. Atrás dejaban jornadas de trabajo de 16 horas, bajo el abrasador sol de Castilla, desde el amanecer hasta el anochecer y de lunes a domingo.
tratade ben ós gallegos;
cando van, van como rosas;
cando vén, vén como negros!
...
Van probes e tornan probes,
van sans e tornan enfermos,
que anque eles son como rosas,
tratádelos como negros.
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