sábado, 26 de diciembre de 2009

La primera vez: Ilusión desconocimiento, información, entrenamiento y nervios


La verdad es que no se porqué hemos comenzado a caminar por los senderos hacia Santiago de Compostela. Y hablo en plural con el motivo de incluir a mi esposa, a partir de ahora, la cual siempre me ha acompañado compartiendo experiencias en cada uno de nuestros pasos. Es posible que todo el mundo tenga in mente hacer el Camino de Santiago alguna vez en su vida y, si hasta ahora no lo ha pensado, lo planeará e intentará de una u otra forma. Así que, nuestra primera vez fue en septiembre de 2003, aunque el contacto con el Camino llevara gestándose meses antes, cuando decidimos que lo íbamos a realizar. Por eso, comenzamos desbordados de ilusión, pero con un desconocimiento supino del cómo y de qué manera y, sobre todo, con la incertidumbre de no saber qué nos íbamos a encontrar. Nunca nos ha gustado dejar las cosas a la improvisación y esta circunstancia nos llevó a reunir demasiada información, demasiado entrenamiento y demasiados nervios a la hora de comenzar a caminar. No nos arrepentimos, pero tampoco hace falta tanta planificación. La experiencia nos ha demostrado que Santiago tiene soluciones para todo, en cada recoveco de la ruta.


En internet hay información más que suficiente para hacer el Camino; incluso podríamos decir que demasiada. Los meses anteriores los pasamos reuniendo datos y experiencias tanto en la red de redes como contactando con amigos que lo habían hecho y, con todo este batiburrillo, decidimos comenzar nuestro Camino por fines de semana. Así, el viernes, 26 de septiembre viajamos hasta Iruña Pamplona y dejamos nuestro coche en un parking, muy cerca de la estación de autobuses, donde montamos en el autocar de La Montañesa, que nos llevaría a Orreaga-Roncesvalles.
Nosotros, por motivos de trabajo, decidimos comenzar por fines de semana, como otros muchos, porque nos pareció la fórmula más práctica y la que nos podía proporcionar más experiencia. Como así fue. Aunque las formas de ir a Santiago son muchas y muy variadas, dependiendo de la mentalidad de cada peregrino.
Unos van en coche, cómodamente, de románico en románico, de restaurante en restaurante y de hotel en hotel; a estos se les conoce como turistas. No se esconden y suelen demostrar admiración por los que van a pie. Suelen decir aquello de "cuando me jubile yo también haré el Camino a Santiago de Compostela".
Otros van también en coche, autocar o con vehículo de apoyo, también con una cierta comodidad; a estos se les conoce como turigrinos, aunque algunos de estos grupos hacen las etapas del Camino a pie; a veces a tramos y otras apoyándose en su ayuda motorizada. Los más tramposos, si se me permite la expresión, son aquellos que comienzan la etapa a pie y al de un rato se suben al coche, del que se apean un par de kilómetros antes de llegar al albergue, donde llegan y ocupan una litera. Cada cual hace al Camino como cree conveniente, porque el itinerario siempre está en el mismo sitio y cada caminante decide, en conciencia, cómo transita a Compostela.
No se me olvidan los bicigrinos, aquellos que hacen el Camino en bicicleta, unos por el camino de a pie y otros de forma mixta: carretera y monte. La verdad es que sobrepasar algunos tramos en bici tiene su mérito.
Y, finalmente, los peregrinos pata negra, aquellos que comienzan a caminar en San Jean de Pie de Port o en Orreaga Roncesvalles y llegan a Santiago cansados pero contentos, rotos por el esfuerzo pero ilusionados, relajados y, sobre todo, con una sonrisa de oreja a oreja, enganchados por volver a Caminar persiguiendo flechas amarillas, que llevan a Santiago de Compostela.
Así que, volviendo a nuestra primera vez, llegamos a Orreaga - Roncesvalles con tiempo suficiente para sellar por primera vez nuestra credencial de peregrino, obtenida en la asociación de Bilbao, instalarnos en el albergue y acudir a la Misa y bendición de peregrinos en la Colegiata. Todo aderezado de aceleración y nerviosismo para no perder detalle. Especialmente, inquietos acudimos a la Misa del Peregrino, sobre todo cuando al final de la ceremonia religiosa el prior de la Colegiata nos llamó a todos los que iniciábamos la peregrinación para impartirnos la bendición. Nos habían dicho que era un momento mágico y así fue, todos reunidos en torno a la imagen de la Virgen de Roncesvalles del siglo XIV, con el pensamiento puesto en el final, en Santiago de Compostela, y rogando al santo fuerzas suficientes para llegar sin percances ni accidentes.
Y, luego, la primera cena peregrina en comunidad, en el Hostal Sabina, con un matrimonio inglés con el que no había forma de entenderse porque nosotros no hablamos la lengua de Shakespeare y ellos apenas conocían algunas palabras de castellano. Lo cierto es que esta es una circunstancia que suele producirse muchas veces a lo largo del Camino, la cual lleva intrínseca una parte muy importante de la filosofía que te convierte en peregrino: compartir y convivir muchos de los momentos de cada jornada con las personas a las que ves varias veces a lo largo de la etapa.
La hora de irse a la cama llegó con rapidez. Nos esperaba la primera jornada y teníamos unas ganas tremendas de comenzar a caminar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sigue, por favor...!